GRUPO DE ANÁLISIS Y ACCIÓN PODER POLÍTICO DEL COOPERATIVISMO
Foro Conmemorativo por el 28º Día Internacional de las Cooperativas
Plataforma virtual, 1° de julio de 2022
DESARROLLO Y PROSPECTIVA DEL COOPERATIVISMO EN CENTROAMÉRICA Y EL CARIBE
Antecedentes
Analizando el origen, naturaleza, identidad, valores y principios cooperativos, identificamos 3 justificaciones del cooperativismo, cuyo peso relativo será diferente en cada región del mundo y en los países.
El cooperativismo moderno es hijo del capitalismo liberal y sus injusticias, como opción ante las desigualdades en la Europa del siglo XIX, donde vemos los antecedentes.
Cooperativismo en América Latina
En América Latina siempre hubo instituciones de ayuda mutua de los pueblos originarios, enriquecido luego con influencias de las migraciones europeas y de pueblos traídos a América.
En Suramérica, y en especial en el cono sur, el cooperativismo tuvo fuerte influencia ideológica de organizaciones sindicales y del pensamiento político.
En los países caribeños angloparlantes se impulsó bajo el modelo británico con énfasis en el ahorro y crédito; y en Haití el modelo de las Cajas Populares, de procedencia francesa y francocanadiense.
En el Caribe y Centroamérica, el cooperativismo se inició en los años 1940, en muchos casos bajo impulso del catolicismo. De ahí que se diga que muchas surgieron en las sacristías y tengan nombres de santos.
También hubo influencia de la Escuela de Antigonish, Universidad San Francisco Javier de Nueva Escocia, Canadá, en el Caribe hispano en los 1940, en contacto con el cooperativismo centroamericano en los 1950.
En el istmo no respondió tanto a corrientes ideológicas específicas, sino a estrategias y políticas estatales.
No es hasta las décadas de los 50 y los 60 cuando esta manifestación socioeconómica se generaliza y extiende, en lo geográfico y social, y en cuanto a diversificación de actividades.
En el istmo, el cooperativismo se impulsó dentro de las estrategias de la Alianza para el Progreso a principios de la década de 1960, con el desarrollo de cooperativas de ahorro y crédito, para elevar la capacidad de acumulación de las clases medias emergentes.
Concordó con los valores morales en los países; pero desde la década de 1970 jugaron un papel importante los procesos político-militares en la región. Desde los 1990 retomó un valioso rol en la recuperación de la democracia y en el desarrollo económico local y rural.
Cooperativismo en Centroamérica
Aunque hubo precedentes de principios del siglo 20 y legislación que las cobijara, la realidad es que comenzaron a organizarse bajo los Códigos de Comercio y Leyes de Asociaciones.
En Costa Rica se promovió como ideología en la década de 1940 con el impulso del gobierno reformista de la época.
Para el desarrollo de los años siguientes, se asumió como estrategia dentro de la plataforma ideológica-programática de la Revolución del 1948, fomentando cooperativas de producción.
Por ley existen múltiples incentivos y subsidios, así como contribución de las propias cooperativas para la integración.
En Nicaragua, la primera cooperativa la fundó en 1933 Augusto C. Sandino en Nueva Segovia para dar tierras a los desmovilizados del Ejército Libertador. Sin embargo, fue arrasada tras el asesinato de Sandino, y el cooperativismo quedó casi proscrito.
En 1965 inició el programa de cooperativas de ahorro y crédito de la AID de los Estados Unidos.
A partir de 1979 se reconoció “el derecho a fundar y promover cooperativas de trabajo y producción”. Se impulsaron cooperativas como respaldo a la reforma agraria.
A partir de 1990 se dio énfasis a la privatización y se dejó de considerar a las cooperativas como instrumentos de desarrollo. Sin embargo, las cooperativas ya habían aprendido a desarrollarse con su propia capitalización.
En Honduras y El Salvador se siguió un proceso paralelo en la década de 1980 con gobiernos militares que las fomentaron como contrapesos a la influencia de la izquierda. De ahí que se crearon cooperativas de la reforma agraria, con excelentes resultados.
Sin embargo, en Honduras los miembros de las cooperativas las podían vender, volviendo a concentrarse el capital en los antiguos poseedores. A pesar de ello, pervivieron excelentes cooperativas y consorcios que hoy día son ejemplos como, por ejemplo, Hondupalma.
En el periodo del conflicto político-militar interno, las cooperativas fueron objeto de represión; así también tuvieron un lugar de honor en el logro de la democracia.
En Guatemala, los terratenientes equipararon “cooperativismo” con “comunismo” y miles de dirigentes cooperativistas fueron muertos o desaparecidos, que obligaron al cooperativismo a replegarse por razones de seguridad y sobrevivencia.
La CCC-CA jugó un papel importante sacando del país y relocalizando en otros países a líderes cooperativistas perseguidos o amenazados de muerte, recordando la gran y valiente acción de su primera presidenta Lydia H. Félix de Santana.
Los nuevos gobiernos democráticos han entendido el papel cooperativo como modelo de distribución de oportunidades, incorporando su fomento en todas sus constituciones.
En Panamá siguió un rumbo diferente por su realidad política, dependiente del Canal operado por Estados Unidos. Extraño que la primera legislación en 1926 fue de cooperativas escolares; y que las primeras cooperativas se organizaron bajo una ley de Delaware.
El periodo torrijista a partir de 1968 fue muy dinámico. En la crisis nacional de finales de los 1980, el cooperativismo de ahorro y crédito jugó un papel fundamental para amortiguar los efectos de la situación económica que afectó a la mayoría.
Como prospectiva, podemos señalar que el cooperativismo en Centroamérica goza de buena salud, incorpora la innovación y calidad a sus procesos y es factor relevante en la economía.
En tiempos recientes se habla de formar cooperativas de migrantes, pero esta opción ha sido difícil por la propia naturaleza de grupos humanos que no permanecen en un solo domicilio.
Sin embargo, son generadores de emprendimientos que permitan a los pobladores permanecer en sus territorios con proyectos de las propias comunidades.
Cooperativismo en el Caribe
Los desarrollos en las islas del Caribe no han sido uniformes.
En Haití, que el cooperativismo es reciente (de 1953), ha sobrevivido bajo esquemas de control sobre las cooperativas y organizaciones sociales.
Lamentablemente, en un país calificado de Estado fallido, el cooperativismo se encuentra desarticulado.
En la República Dominicana se fundó la primera cooperativa en 1946 bajo la visión del Padre John Harvey Steele y la Orden de Misioneros de Scarboro. Pero confrontaron dificultades con la dictadura que, no entendiendo su naturaleza social, las enfrentó, persiguiendo a sus dirigentes, desterrando al Padre Steele, quien en su exilio en Panamá fue factor importante en el desarrollo de las cooperativas en este país.
Caída la dictadura, resurgió el cooperativismo, y hoy día el Consejo Nacional de Cooperativas (Conacoop) es muy dinámica y promotora de un auténtico y fuerte cooperativismo.
Precisamente bajo su guía se trabaja un proyecto de nuevo Código Cooperativo que cuenta con el consenso de todo el movimiento.También estableció condiciones para una carrera dirigencial cooperativista.
En Puerto Rico, una Comisión oficial visitó en 1946 el proyecto cooperativo de Antigonish, Nueva Escocia, Canadá; y se propició la llegada del padre Joseph MacDonald al país promoviéndose un amplio cuerpo de legislación favorable.
Hoy el país cuenta con un pujante movimiento cooperativo en los sectores financieros y de seguros, y tienen mecanismos legales para apoyar cooperativas de producción y de trabajo asociado a través de un Fondo de Inversión y Desarrollo Cooperativo (Fidecoop) y de su banco.
En Cuba, el cooperativismo en la agricultura es bastante joven. Las reformas económicas de fines del siglo XX han permitido su desarrollo como parte importante de la economía del país.
En Curaçao vimos la presencia de la Iglesia Católica en los terrenos social, político y económico, y en el sistema educativo para los barrios menos privilegiados; y promovió cooperativas para los pobres.
Acción prospectiva: de frente al futuro
Ante los últimos dos años de pandemia y sus efectos, es obvio que nos encontramos en un escenario de ruptura, vista como “discontinuidad de los procesos y las secuencias” [un “antes” y un “después”]; y que ya no habrá vuelta atrás.
Ante ese trance, les robo unos pocos minutos para dejarles, como deber, algunas reflexiones:
- Las cooperativas tienen que convertir la crisis en oportunidades: y la experiencia demuestra sus posibilidades, como lo demuestran varios ejemplos.
- Las cooperativas deben dar especial atención y actuar con cautela ante el aislamiento de las mujeres, que han visto su posición afectada en el mundo laboral.
- Toda acción está bien para poner solución a la crisis ¿Pero qué hacemos con la pandemia social? La vacuna para la pandemia social es la organización local.
¿Qué hacer entonces?
- Para el cooperativismo es continuar haciendo lo que le dictan los valores y principios cooperativos, ahora ante las nuevas necesidades e imperativos.
- Estar alertas para cumplir y satisfacer las necesidades de sus miembros con sensibilidad y
- Fortalecer los mecanismos de participación.
- Avanzar con vigor y sin pausa en la gestión del conocimiento.
- Potenciar la integración cooperativa económica y social.
- Dar atención al nuevo papel y funciones de la tecnología y la telemática.
- Avanzar a la innovación adoptando y potenciar la capacitación técnica del talento
Definitivamente no existe ningún curso formal o informal, seminario o taller que garantice a sus participantes el aprendizaje si no van acompañados por la apertura a la práctica para poder enfrentarse al mundo en las nuevas condiciones. La experiencia es esencial, más aún en las nuevas condiciones en la que son imprescindibles la ciencia y la tecnología.
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